Buscar

domingo, 4 de septiembre de 2016

Cerosiete.

... Y abrí los ojos. Es, por ello, que te doy las gracias hoy y te dedico estas líneas.

Ha pasado mucho, demasiado, tiempo desde que todo se torció. Desde ese maldito junio que congeló nuestros corazones, des esos malentendidos que nunca se aclararon, de esa cuerda que se tensó y terminó rompiendo, de esa toxicidad que acabó por matarnos lentamente. De esas noches en vela esperando una llamada que nunca llegaba, o esos 'te quiero' que nunca aparecían. Sólo pasó una semana entre el puro amor y el puro odio. Todo pasó muy rápido, o muy lento, según desde qué punto lo mires.

Este tiempo, estos dos meses, me han ayudado a crecer como persona, a valorar lo que tengo, a sufrir, a llorar, a buscar, a amar. Sentimientos encontrados después de tanto tiempo, ligados a tu nombre y a un número que jamás podré olvidar. Quizás no fuese mucho tiempo, nueve meses no dan para mucho, pero tiempo suficiente para amarte y valorarte por lo que eras, por lo que me trasmitías, por lo que hacías. Tiempo en el que volví a recuperar la ilusión, tiempo aprovechado en presente y futuro, y heridas del pasado que no afloraron, hasta hoy.

De estos nueve maravillosos meses, siete me los pase intoxicado de cariño, de amor y de ternura, y dos de miedos, angustias, desesperación, ansiedad... Miedos que vuelven para cumplirse, pesadillas y lágrimas por el rostro. Noches en vela, días observando nuestros recuerdos, sueños. Y mirar que el pasado sólo fue hace dos meses, dos meses en los que no había pensado que llegaría este momento, y que me negaba a reconocer, y es que esta llama ardió con tanta fuerza que terminó apagándose, dejando cenizas de lo que fue y lo que no pudo ser.

¿La culpa? Nadie la tiene. Sólo fuimos dos tontos que se engañaron pensando que esto aguantaría, que la llama podría durar prendida años, o décadas. Y es que mirábamos ese fuego con tanto interés, que nos olvidamos de avivarla. Noches frías en las que se iba apagando lentamente, y nosotros sin saber qué la ocurría. Estábamos tan embobados, tan preocupados en querernos, que al final se apagó. Hoy miramos, juntos, esas cenizas. Juntos, pero estando lejos. Ambos bajo la luz de una misma luna, separados por kilómetros que se traducen en eternidad, en agonía y en desespero. Una vez el fuego se apaga difícil es la misión de volver a prenderlo, y más que fluya con tanta fuerza como antaño.

Posiblemente no fuese el mejor hombre, ni siquiera creo que fuera el indicado para ti. No era el más detallista, ni el más guapo. Tampoco era perfecto. Quizás no hiciera nada bien. Pero había algo, algo que me elevaba más alto de la mediocridad, y eras tú. Y sólo sabía hacer una cosa bien, y era amarte con todo cuerpo y alma. También intenté luchar, dando palos de ciego en un camino oscuro, intentando encontrarte. Luché por volverte a abrazar en ese páramo muerto, que trasmitía pena y desconsuelo. Voces que me repetían que iba a caer, y si caía me rompía. No quise oír las voces hasta que pasó, hasta que me pusiste la zancadilla y me rompí. Fue entonces, después de tanto tiempo, que abría los ojos, dejaba de estar ciego, y me daba cuenta de las cosas. Entonces te vi, te miré a los ojos y no vi lo que meses atrás veia, no vi cariño, ni amor, ni a ti. Vi a otra persona, muy distinta a lo que recordaba, que me apuñalaba con la mirada, que me odiaba, que me destruía por dentro. Intenté levantarme, intenté agarrar tu mano, pero ya te habías ido. Presa de la desesperación, del miedo a perderte, salí corriendo en tu busca. La ansiedad iba creciendo en mi, iba devorándome como un virus destruye al tuberculoso. No reconocía aquel lugar, ni donde estaba. Sólo veía recuerdos, una y otra vez. Voces que me susurraban. Entonces oí tu risa. Imposible confundirla. Salí al descaro a verte, corrí metros que se me hacían kilómetros. Estabas allí, riendo, eras tú otra vez. Mis ojos, humedecidos, volvían a ver lo que hacía tanto tiempo no veía. Pero el camino se despejó, reías, volvías a ser tu misma, pero yo no estaba allí. Te gritaba y no respondías a mi voz. No te inmutabas. Diste media vuelta con unas personas de rostros desconocidos, y te ibas de nuevo. La ansiedad me consumió como el pedernal consume la piedra. Entonces lo vi, porque tenía los ojos de nuevo abiertos, que ese camino no lo podía continuar. Y que era una estupidez seguir luchando. Las cartas estaban sobre la mesa, vi mi mano y no podía ganar. Sólo subir mi apuesta y tirarme quizás un farol, otro más de los tantos que tire esperando una reacción en tu rostro. Reacción, que jamás vi.

En todo este tiempo me he sentido amado, querido, respetado. En este tiempo me devolviste la ilusión, el amor, el cariño. Sanaste mis heridas y yo quise abrirlas de nuevo martirizándome de esta situación, creyéndome la víctima. Pero era falso. Fuimos los dos víctimas del tiempo, de la distancia y de la ceguera. Víctimas de nosotros mismos y de un futuro que no supimos forjar. Hoy día siguen patinando lágrimas por mi rostro, tristezas de antaño que se van secando, heridas abiertas que poco a poco van sanando. Migrañas que van desapareciendo. Aunque hoy estemos muy lejos el uno del otro, sólo quiero darte las gracias por todo lo que hiciste por mi, por todos esos momentos, todas esas risas, esas fotos. Nunca olvidaré mis horas a tu lado, ni el calor de tus manos con las mías. Sólo, espero, me prometas que serás feliz y que nunca mirarás atrás. Ya miré yo y no hay nada que ver ya.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...