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domingo, 5 de octubre de 2014

La noche cae, la soledad comienza.


Cae la noche, y empezamos a pensar. Damos vueltas a cosas que no nos importaban, y que hoy añoramos.

Extrañamos a esos amigos que prometieron estar ahí siempre, a esos familiares fallecidos, o aquellos que se van sin decir nada.

Sin embargo, sólo jodidos hacemos caso a las voces de nuestro corazón. Nuestros sentimientos se alteran, cambian. Piensas con claridad en la soledad. Las desgracias siempre vienen acompañadas. Y qué hacer, si nada de lo que viviste volverá a pasar. Esas tardes en la piscina con quienes pensabas que eran tus hermanos, y se fueron. Te vendieron o te traicionaron. Algunos te odian, otros te temen. Sea cual sea el camino, estás solo.


Tardes en parques, litrona y piti en mano, hablando. Hablando con los pocos que quedan que no se fueron; y sigues pensando. Ya no piensas solo. Os decís "porqué tuvo que pasar esto", o "te acuerdas del verano pasado". Bajáis las cabezas y pensáis lo mismo, pese a no tener los mismos problemas. Añoráis esos tiempos que no volverán, y por desgracia uno es el culpable de ello.

Pasamos grandes tardes riendo, liandola y compartiendo. Fueron intensos años que quedaron marcados y que, difícilmente, se podrán borrar.

Esas noches, tumbado en la cama o en el sofá, pensando aún en esa chica que te marcó. Que no valoraste y que, ahora, no puedes vivir sin ella. Pero se ha ido, otro camino tomó. Tú sigues en línea recta, directo a tu perdición.

Son muchos factores, muchos recuerdos que te persiguen, que no te dejan dormir. Fueron quemados y tú los conservas, aún. Muchas páginas marcadas que no se volverán a leer.

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